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viernes, 15 de julio de 2011

Creía no tener que decir...

Creía no tener que decir y entonces callé...
Así he pasado tanto tiempo al lado de quienes quiero, que en una ocasión, de repente, no pude evitar pensar en que algún día no necesitaré callar, ni tendré que pensar en qué decir, pues ya no habrá oídos que puedan escucharme.
Esta tarde, bajo un Sol oculto por la neblina que habita mis pensamientos, he decidido gritar... ¡Simplemente gritar!
Si de cualquier forma no importa qué diga no se oirá mi voz, la elevaré al punto de ensordecer mis silencios, de hacer temblar mis miedos, de dejar desarmada esa careta de fortaleza, de comprender y descubrir ante mis propios ojos que mi alma requiere del abrazo que le anime a hablar, a actuar, a saber que la vida solo nos regala segundos; segundos que crean la diferencia entre una lágrima y un adiós definitivo. Entre una sonrisa y un "Te Quiero", entre una muestra de afecto y un "Gracias", entre un momento agradable y un detalle que nos cambia la vida y también entre un "Si hubiera" y una pregunta que puede acompañarnos siempre cuya respuesta de aliento es "lo sabía"...
Hoy día aprovecho mis silencios para entender que el repetir palabras no implica darse a entender ni es digno de suficiencia. Que no importa si solo una vez se dijo, ni el momento en que se hizo, lo que importa es notar que toca el corazón de quien tenemos frente a frente; para comprender que el actuar, aún sin decir nada, vale mil veces más que el ver la vida pasar sin jamás haber dicho o hecho nada por permitirnos una huella en el corazón de quienes son importantes para el nuestro.
Hoy día, cual si gritara, me permito intentar tocar tu alma, como un día sin que siquiera lo notaras, invadiste la mía a través de tú sonrisa, tus palabras, tu mirada, tu enseñanza, ¡tu verdad!