Página

martes, 7 de enero de 2014

Bóveda de luces

Y así será mientras exista aquello que he denominado fe.

Cada quien tiene su idea a pesar del significado "preconcebido" de esa palabra, sin embargo no hay igual fe en uno y otro como no la hay en lo mismo, en dos personas por muy parecidas que sean, y pasa así con todas las cosas, el verde no es el mismo para unos y otros por más que le impongan su estándar de tonalidad.

Paseaba el sábado la vista por todas aquellas cosas que me hacen y hacían feliz, recordando memorias (por mucho pleonasmo que parezca) que me llevaron a entender que no todo es pasado, que hay mucho que sigue en mi presente, como la sensación de conocer y aprender cosas nuevas, de descubrir un mundo que estaba ahí y no conocía o que aparece por primera vez ante mi sonrisa.

Así he reconocido viva la sensación de tomar la mano de mis padres, y a pesar de no poder describirla, puedo incluso sin cerrar los ojos, sentirlos ahí, sentirlos conmigo. También he presenciado el presente de abrazos antiguos y muchas memorias más que al momento, dejan de serlo.

Así, se puede estar en muchos lugares a la vez o bien, estar en uno con muchas personas a la vez, o quizá sólo una, pero siempre un sitio ideal y la compañía perfecta para el momento.

No tenía una taza de café, pero podía sentir el unicel del vaso "para caminata", y hacía un frío descomunal del que me enteré después al sentir mis manos como hielo, pero en ese momento, no lo sentí, de manera que también puedo deshacerme de sucesos del presente.

Sin pensar siquiera en el clima, el ambiente o el tiempo, alcé la vista y ahí estaban. Justo como prometieron, tal como les recordaba, exactamente en el mismo sitio donde les dejé la última vez que contemplé su estancia. Y no se trata de que no se muevan o yo no lo haga, tampoco de que recuerde la posición correcta o adecuada que deben tener en relación al resto de ellas. Simplemente todo se volvió una bóveda, un oscuro lleno de luces titiritando, quizá algunas de frío, pero otras más bien vibrando, recordándome mis pasos, dirigiendo mis pies hacia ninguna parte, o hacia todas, porque siempre han estado.

Tomé un puñado un día y las coloqué en mi cuarto. Repartí unas cuantas y probé delicias de vida con otras, compartí un momento y ese día, ellas me devolvieron otro. Uno en el que me sabía presencia, uno en el que hasta la hierba tenía un lugar importante. ¿Quién contempla a quién? ¿Quién se había olvidado?

Frente a frente, sin importar más otra cosa, me entregaron un destello pasado, un suspiro, una promesa, una recompensa del cielo por mirarlo...

Repentinamente, mis dedos comenzaron a sentirse entumecidos, el vapor proveniente del café parecía ahora salir por mi boca, dando cuenta de que hablaba con alguien, el sabor combinado de chocolate y café dejaba de apreciarse, la bóveda comenzó a abrirse y tenderse uniforme, mi mano se soltó de los recuerdos, y todo volvió a ser sábado.

Todo excepto mi sonrisa, todo excepto su encanto.

Platicaba con él sin darme cuenta que nuestra conversación eran notas de un canto, uno que sólo nos toca conocer a nosotros, uno que nos hemos inventado. Por eso las sensaciones, por eso los detalles claros. Siempre ayudándome en el viaje, siempre sonriente cuando reparo en su obra, siempre obsequiándome lo añorado, lo que guardan las estrellas. No sé si la había perdido o la había olvidado, tampoco si eso no había pasado, pero así seguirá siendo mientras exista eso que he denominado fe. 

2 comentarios:

Mario Montes dijo...

Hola Adriana, me encanta visitar tu blog =)
Me llena de esa energía tuya.
Por cierto ya no estoy en Face hasta nuevo aviso.
Te quiero amiga

Unknown dijo...

¡Mario! Mil gracias :D Por eso seguimos en esto jeje... ¡Te quiero mucho! y ok... Me avisas ¿va? ¡Abrazo fuerte!